Mont Blanc - 4.810 mts.

Por excelencia, la cumbre más preciada de los Alpes, y una de las montañas más conocidas del mundo. Es el pico más alto de Europa Occidental, conocida desde la vertiente italiana como Monte Bianco haciendo frontera entre Francia e Italia.

 

Después de haber conseguido la cima de Gran Paradiso, regresamos a Chamonix, nuestro por así decirlo, “campamento base” en el Albergue Chamoniard Volant desde donde comienzan todas nuestras salidas. Lo primero de todo, ir a la lavandería, revisar todo nuestro equipo y dejar prácticamente todo preparado para lo que realmente habíamos venido a Alpes: hacer cima del Mont Blanc.

 

Es una constante cuando estás en actividades de montaña revisar y volver a revisar el parte meteorológico, ya que las condiciones del clima pueden dificultar la ascensión o incluso el inicio de la misma hasta tal punto que tener que suspender la actividad; cualquier riesgo es innecesario cuando puedes evitarlo: las cimas no se van, las personas si.

 

La previsión del tiempo no era nada buena para el lunes, día en el que pretendíamos subir por lo menos hasta el refugio Tête Rousse a 3.167 mts de altitud (refugio que encuentras en la ruta normal de ascenso a Mont Blanc), en Chamonix daban lluvia las 24h del día y así fue, mañana, tarde, noche… madrugada, sin parar. Si en Chamonix a 1.035 mts de altitud llovía, en cotas más altas seguro que estaría nevando; tal cual, incluso la cota de nieve según el parte meteorológico, bajaba hasta 2.500 mts aproximadamente, lo que nos hacía presagiar que iba a ser más duro por la acumulación de nieve además del frío, niebla, viento, etc que nos íbamos a encontrar.

 

Así que pequeño cambio de planes: cogeríamos el teleférico de Bellevue en Les Houches para subir en el tren cremallera más alto de Francia (Tramway du Mont Blanc) que nos dejaría en el Nid d´Aigle a 2.372 mts donde comenzaríamos la ascensión hasta el Refugio Goûter a 3.817 mts haciendo noche allí; de madrugada saldríamos a hacer cima, y desde la cima bajaríamos nuevamente al Refugio Goûter… desde allí bajada hasta el Nid d´Aigle y fín.

Tenía que ser así la estrategia para hacer cima; subiríamos hasta Gouter con muy mal tiempo (había que sacrificarnos y hacer ese esfuerzo) pero nos daría “la garantía” de que el miércoles, según previsión meteorológica, tendríamos mucho frío, pero cielo despejado y sol… así que adelante con todo.

 

El lunes fue un día de mucha lluvia en Chamonix, estuvimos preparando bien todo el material de cara a los dos días próximos y poco más; descansar, pasear por las calles, alguna que otra compra en las tiendas, mirar nuevamente la previsión del tiempo… una calma tensa, con muchas ganas de ponernos en marcha y poder disfrutar de lo que siempre he visto en tantos vídeos, documentales, mapas, libros, etc y poder vivir en primera persona lo que es subir a la cima del Mont Blanc a 4.810 mts, caminar por todo el imponente valle, el glaciar Tête Rousse y ver las impresionantes grietas a lo lejos del glaciar de Bionnassay, cruzar el famoso y temeroso paso de “la bolera”, Grand Couloir o Corredor de la Muerte, contemplar ese amanecer en la parte final de camino a la cima por la arista de Les Bosses, las trepadas por la arista de Goûter de grado III y IV, llegar hasta el refugio-vivac de Vallot a 4.362 mts… así me metí en el saco de dormir, con un sin fin de emociones sin haberlas vivido aún.

 

Suena el despertador a las 06:00h a.m. en el albergue Chamoniard Volant; a las 07:00h quedamos con nuestro guía de alta montaña, Alberto, para desayunar y coger el primer teleférico que saldría de Les Houches, teleférico de Bellevue, que nos llevaría al tren cremallera. Desde el tren, ya subiendo dirección a Nid d´Aigle a 2.372 mts, veíamos como el mal tiempo, frío, todo prácticamente nublado y cubierto por una densa niebla, seguían haciendo acto de presencia… por lo menos después de 24h lloviendo sin parar, no llovía.

 

Algunos claros se abrían paso en el valle, dejando ver un paisaje espectacular rodeado de un mar de montañas a lo lejos y una vegetación salvaje. En nada llegamos a nuestro destino… frío nada más bajar; gorro, guantes, ropa de frío tanto pantalones como chaqueta, mochila a la espalda y empezamos la marcha camino al Refugio de Goûter a 3.817 mts.

 

Por delante, 1.445 metros de desnivel positivo acumulado y aproximadamente 6 km de distancia. Una densa niebla iba a privarnos de ver todo lo que nos rodeaba… nos quedaba la tranquilidad de que al día siguiente en la bajada podríamos ver todo cuanto no se podía ver ahora.

Con muchas ganas comenzamos a subir, la verdad que, aunque había mucha nieve, esta primera parte se podía hacer “cómodamente” a un buen ritmo, con cuidado al pisar en ciertas zonas algo comprometidas pero salvamos estos primeros desniveles sin problema, prestando atención igualmente a ir bien abrigados y no pasar frío.

Sin darnos cuenta, llegamos a la caseta Forestal de Rognes a 2.768 mts; pequeña parada para colocarnos los crampones en las botas, gafas de ventisca, sacar el otro par de guantes potentes, ponernos los impermeables, protegernos del frío y de ese viento que ya era bastante fuerte, y sobre todo ir ya encordados, nos metíamos en zonas más serias y en breve nos esperaría el famoso paso de “la bolera” ó Grand Couloir.

Pasamos cerca del Refugio Tête Rousse, refugio que como primera opción pasaríamos la noche, pero por el cambio de planes por la meteorología, decidimos descartar y marchar directamente al Refugio de Goûter.

 

Seguía haciendo bastante frío, visibilidad reducida, muchísima nieve caída, incluso empezaba a nevar tímidamente… sabíamos que esto podía pasar; la verdad que cuando llevas un muy buen equipo en lo que refiere a material deportivo, ropa, etc apenas prestas atención a las inclemencias del tiempo porque vas seguro que todo lo que llevas te va a responder y no vas a pasarlo mal; al revés, hasta lo disfrutas.

 

Llegamos al paso de la bolera… entre que no se veía nada, el viento, la nieve, y que estábamos solos en mitad de la nada… hubo como un silencio tenso del que inconscientemente sabíamos que a algo nos íbamos a enfrentar.

El famoso paso de la bolera es un corredor de hielo y nieve de unos cien metros aproximadamente; es una zona de paso obligado en la ascensión al Mont Blanc. Hay que pasarlo con extremo cuidado, aquí se canalizan las caídas de piedras desde lo alto y que por la inercia se disparan a gran velocidad, pero, ¿quiénes son los bolos? si, muchas personas han perdido la vida en este paso, y no sólo son piedras lo que cae: desprendimientos de hielo e incluso nieve… además se añade que un mal paso, hace que puedas caer irremediablemente más de 500 metros hacia abajo hasta el enorme glaciar de Bionnassay, así que la tensión se palpaba en el ambiente.

Lo peor de todo fue que en este paso, tanta cantidad de nieve caída el día anterior, lo que estaba aún cayendo, y que prácticamente nadie había pasado… por consiguiente una mejor huella compactada, teníamos que abrir huella en el maldito paso.

Nuestro guía pasó primero por el temido “pasillo”, Pablo atrás cerrando la cordada y yo en medio. Mucha tensión, los pies, al haber tanta nieve, cuesta compactar la pisada y cada paso que das, parece que te caes… piolet bien clavado a la pared lateral, pasos firmes, seguros y… pasamos.

 

Su puta madre… proseguimos nuestra marcha y quieras que no, esa tensión del momento desapareció nada más cruzar el paso y sentirnos seguros nuevamente en ruta.

Sabíamos que a escasos metros comenzaba la trepada por la arista de Goûter de grado III y IV. Arista que “normalmente” en verano es una trepada pura y dura sobre roca seca con sus vías muy bien equipadas de cables de acero bien anclados en la pared para facilitar la progresión y evitar posibles accidentes como una inesperada caída; toda la arista, y por consiguiente la roca, cubierta de nieve y placas de hielo así que con mucho cuidado y todos los sentidos puestos en la ascensión subimos poco a poco, asegurando muy bien todos nuestros pasos y con la pena de no poder ver lo que nos rodeaba fruto de la niebla y el mal tiempo que nos acompañaba en nuestra ruta hasta el refugio.

La verdad que la arista está equipada de matrícula de honor, los cables y anclajes estaban perfectamente colocados en los lugares estratégicos de mayor riesgo a su paso, y en perfecto estado.

Personalmente, frío no pasé en ningún momento, no solo por el material deportivo que llevaba, sino que la situación a la que te expones en los diferentes tramos, hace que todo tu cuerpo esté en constante trabajo físico además del trabajo mental que requiere estar 100% concentrado en todo lo que haces.

 

De repente toda esa interminable arista terminó, subimos por unas escaleras que son las del antiguo Refugio Goûter, caminamos ya por superficie segura y vimos a escasos metros el gran Refugio Goûter a 3.817 mts de altitud… tardamos en total 4 horas y 59 minutos en completar toda la ascensión desde la parada del tren cremallera en el Nid d´Aigle a 2.372 mts.

 

Llegamos al refugio, y en la entrada tienen preparada una sala donde puedes dejar todo tu material, botas, crampones, piolets, arnés, casco… y coger unas zapatillas, ya que está prohibido entrar al refugio con todo este arsenal de hierros, cuchillas, puntas, que lo único que haría es dañar el interior de la instalación.

 

El Refugio Goûter de forma ovalada con una estructura de madera es para mí el mejor refugio en el que he estado nunca, es espectacular. Cuidado al detalle y con un confort y unas comodidades increíbles para estar a casi 4.000 metros de altura y soportar las duras condiciones climáticas durante todo el año.

Con capacidad para refugiar a 120 personas con total garantía de seguridad; agua, cocina, restaurante, literas en perfecto estado, baños, etc. todo a la perfección en un entorno espectacular y mágico.

 

Tocaba descansar, comer bien, recuperar fuerzas, secar toda la ropa de nuestro equipo, guantes, gorro, ropa térmica, calcetines… todo listo cuanto antes porque en apenas unas horas salíamos rumbo a la cima.

La vida en un refugio es paciencia y que pasen las horas; no tienes nada más que hacer que descansar y estar tranquilo, charlar con las personas que están allí, conocer gente, intercambiar experiencias, consejos…

Sin más, salió el sol, se despejó todo el cielo, y apareció un cielo azul con un sol radiante; tuve que salir a ver primero la arista por donde habíamos subido tapada por la niebla y mal tiempo… ¿por ahí hemos subido? Impresionante.

De pasar a estar en un “invierno” en verano, de no ver a más de 3 metros, y ahora mismo en manga corta a casi 4.000 metros de altura haciendo fotos alrededor del refugio… increíble, como de ensueño es poder estar aquí arriba, contemplando toda esta obra de arte llamada naturaleza en estado puro… sin palabras.

 

A las 18:00h la cena… esto es así, porque a las 20:00h está todo el refugio en la cama ya descansando y si puedes dormirte mejor que mejor porque a la 01:30 am todo el mundo arriba para vestirse, dejar el calzado y crampones para salir en el último momento en la sala de abajo y a las 02:00 am el desayuno.

Duermes poco, apenas dos o tres horas si las duermes, pero es tal la tensión yo creo que emocional con la que te levantas que ya estás a tope desayunando y te olvidas si has conseguido dormir o no… caras de sueño en todo el refugio eso sí, pero se respira dentro del refugio esa energía previa a la actividad.

 

Últimos preparativos del equipo, nos ponemos botas, crampones, casco, frontal, etc, nos encordamos ya desde la salida del refugio… son las 03:00 a.m y empezamos la ascensión al Mont Blanc a 4.810 mts, por delante cerca de 1.000 metros de desnivel positivo acumulado hasta la cima… vamos coño, vamos!.

 

La previsión del tiempo era muy buena en lo que refiere a visibilidad, cielo despajado, cero probabilidad de lluvia y nieve; eso sí, frío, mucho frío y mucho viento que hacía que la sensación térmica bajara notablemente.

Salimos del refugio cerca de los 8 grados bajo cero, y a medida que íbamos ascendiendo, esas ráfagas de viento se hacían cada vez más fuertes y constantes.

 

Teníamos un punto de referencia: el refugio-vivac de Vallot a 4.362 mts, que es una construcción metálica que hay antes de llegar a la arista de Les Bosses; había que llegar hasta allí para hacer una pequeña parada, comer algo y sobre todo hidratarse, además de ponernos manoplas y el plumas ya que hacía muchísimo frío, sorteando rampas que alcanzan entre los 30º-40º desde la salida del refugio de Goûter.

 

El frío y el viento era la constante de toda la noche; una vez que salimos de Vallot, se remonta la pendiente de nieve que hay para acceder a la arista de Les Bosses… ya se empezaba a intuir esa claridad previa al amanecer. Tuvimos que parar unos segundos para contemplar aquella obra maestra que teníamos frente a nuestros ojos… si, sobre el horizonte, allá a lo lejos, y viendo ya  sobre nuestras cabezas la tan ansiada cima del Mont Blanc, aparece una línea perfecta, de color fuego, una combinación de amarillo y naranja intenso, una delgada línea perfecta que era imposible no emocionarte al ver cómo esa luz, empezaba a iluminar todo aquel mar de montañas cubiertas de nieve que nos rodeaba. Ha sido una de las experiencias más inolvidables de mi vida.

 

Es increíble todo lo que puedes llegar a ver… como se deja ver, a lo lejos pero tan cerca a la vez, el Mont Maudit a 4.465 mts, la Aiguille du Midi con sus 3.842 mts, ese torreón imponente de roca con su característica antena. Verlo desde Chamonix es brutal, pero ver ahora la Aiguille du Midi desde arriba, impacta aún más y sientes que verdaderamente te encuentras a gran altitud… la famosa aguja se ve ahora pequeña ante mis ojos.

 

La cima del Mont Blanc parece que la tocas con las manos, está muy cerca pero muy lejos!. Aparecen unas “jorobas” por así decirlo, antes de hacer cima, que tienes que sortear desde la mismísima arista que se afila no sabes de qué manera, muy expuesta a que un mal paso te vas y no lo cuentas.

Tan afilada estaba la arista que no entraba más que los dos pies en paralelo, bien juntitos, no había cabida para más… primero un paso, luego el otro… vamos a por otro paso… otro más… respira, respira y sigue respirando… piolet en mano en alerta, bastón en la otra mano de simple apoyo…! que tensión!… cuerpo completamente tenso de pies a cabeza pero afortunadamente, la mente despejada y sin miedo, mucho respeto y mucha muchísima concentración eso sí, pero controlando ese miedo, porque no hay otra palabra, es miedo lo que se siente.

Miedo al que en ese tipo de situaciones puede jugarte una mala pasada; ese miedo puede llegar a bloquearte mentalmente, y ni pasos adelante ni para atrás, te quedas paralizado.

Afortunadamente, sorteamos esas “jorobas” de antecima, y por fín, esa arista tan afilada deja paso a una enorme pala ancha… cima del Mont Blanc a 4.810 mts de altura en 3 horas y 46 minutos desde el refugio de Goûter.

 

Una emoción contenida, algo dentro de mí me dijo; “ahora, hay que bajar”. En la cima no se podía estar, estuvimos entre 15 y 20 grados bajo cero, así que foto rápido para inmortalizar el momento, gafas de ventisca y para abajo (estuvimos apenas 5 minutos en la cima).

 

Si habíamos subido con la máxima concentración, de noche con los frontales, ahora un plus más de concentración; había que deshacer todo lo que habíamos hecho pero ahora todo de bajada. El sol hacía acto de presencia, cielo totalmente despejado, diferentes grupos de alpinistas subían a la cima, nos cruzábamos a nuestro paso sobre las aristas así que con cuidado te apartas un poco y dejas pasar… y frío, mucho frío, mucho viento que no paraba en ningún momento.

Ahora no es de noche, podemos contemplar todo aquello que nos hemos perdido por la oscuridad… que espectáculo para los ojos, es brutal.

 

Otro de los grandes recuerdos que me quedarán de esta aventura alpina, fue que unos de los tramos de bajada, en una de las “jorobas”, en plena arista, tuvimos que hacer una pequeña parada para que Pablo se ajustara uno de sus crampones que andaba suelto; con ese viento que te atiza de costado, lo mejor en esa parada era reducir silueta, agacharse lo máximo posible en el suelo… directamente me tumbé en el suelo boca arriba, medio incorporado como el que está en la playa, tal cual… mi cuerpo caliente, sin frío, todo en orden… mientras que mi amigo se ajustaba el crampón, tenía justamente en frente mía el mejor canal de televisión que puedes tener; no tenía precio ese momento, pensé “que tarde lo que tenga que tardar, y si es más mejor”… no daba crédito, estaba literalmente tumbado en una loma de este impresionante lugar, el Mont Blanc a mi derecha, la Auguille du Midi justamente en frente mía, el sol calentando mi cuerpo… creo se paró el tiempo por momentos.

 

Proseguimos nuestro camino de regreso, a un buen ritmo; la verdad que por delante teníamos 2.400 metros de desnivel negativo hasta coger nuevamente el tren, por lo que sabíamos que la bajada iba a ser larga e interminable.

Nos quedaba el aliciente de destrepar toda la arista de Goûter, arista que no pudimos disfrutar de las vistas el día anterior por el mal tiempo, y volver a cruzar la bolera que, según nuestro guía, era aconsejable llegar a ese punto antes de las 11:00 a.m.

Sin más, allá a lo lejos aparece el refugio de Goûter; la verdad que esa construcción en mitad de un mar mar blanco de nieve es chocante pero a la vez muy bonita, se engrandece la belleza del refugio al verlo desde tan lejos y todo lo que le rodea. Paramos alrededor de media hora para comer algo, cambiarnos de ropa ya que no hacía tanto frío y por fín el viento parecía que dejaba de soplar con tal contundencia y coger el material que dejamos el día anterior para no llevarlo en la mochila y cargarlo hasta la cima.

Nuevamente en ruta, empezábamos a destrepar toda aquella imponente arista; ahora sí estábamos viendo todo aquello que subimos el día anterior… la bajada es lenta, con cuidado, todavía seguían los rastros de nieve y alguna otra placa de hielo, aunque ya se podía ver mejor la roca, tramos donde das la espalda al valle y te agarras a los cables anclados a la roca, tramos donde te permite dar la cara al valle y continuar la bajada.

La verdad que todo el esfuerzo del día anterior, dormir poco apenas nada, desde las 03:00 am de la madrugada que empezamos hasta la cima ya empezaba a pasar factura; te hidratas y comes todo lo que puedes para conseguir ese punto de energía… pero es insuficiente, tiras de ti, de tus reservas y de tu cansancio, tiras de todo, no puedes flaquear.

Te vas cruzando con diferentes grupos de alpinistas que ahora suben al refugio de Goûter para quedarse allí y hacer noche; subir a la cima, puedes hacerlo en varios días haciendo noche en los dos refugios que te quedan en la ruta a tu paso, es cuestión de planificarlo bien y sobre todo saber cual es el estado de forma física que tienes para afrontar este tipo de actividad.

 

Seguimos bajando y escuché algo… ¿qué es ese ruido?. Estábamos cerca del paso de la bolera, nos quedaban como veinte minutos para llegar aproximadamente… ese ruido eran las piedras que se desprendían ladera abajo a toda velocidad. Mejor ni pensarlo, veía que caían piedras constantemente, de repente había tramos que cesaban de caer, al rato volvían a caer… sabíamos que en ese punto donde por minutos dejan de caer piedras, era el momento preciso para cruzar a toda velocidad esos aproximadamente 100 metros de paso lateral hasta estar a salvo.

 

Por delante nuestra a lo lejos, vimos que pasaron unos alpinistas a toda velocidad; a diferencia del día anterior, había mucha huella ya formada por el paso de la gente, poca nieve y compacta, por lo que los apoyos iban a ser “más cómodos”. En este momento, el primero de la cordada era Pablo, yo en medio y nuestro guía atrás… creí que íbamos a hacer la típica parada esa de segundos… mirar hacia arriba, ver si caía algo, esperar si era el caso a que dejara de caer piedras y salir…

 

“Vamos, vamos, vamos”, “corre, corre, corre”, “sigue, sigue, sigue”… caían piedras, éramos conscientes de ello; una de ellas golpeó justamente en mi piolet… parecía que en vez de querer pasar el maldito corredor a toda velocidad, estábamos corriendo porque nos perseguía qué se yo por detrás nuestra… pasamos!.

 

Si me dices de volver a hacer cima al Mont Blanc, me gustaría hacerla de nuevo pero por otra ruta, ésta ya la conozco y este paso, la bolera, también… ahí se queda.

 

Quedaba aún cerca de dos horas de bajada, pero ya era todo mucho más llevadero; nos desencordamos, y vimos a nuestra izquierda el refugio Tête Rousse a 3.167 mts; dato curioso es que a nuestro paso por la ruta del glaciar, aparecen unas mangueras o tubos a modo de tuberías.

La razón la siguiente: se está vaciando el lago glacial subterráneo que amenaza con entrar en fase de GLOF (Glacial Lake Outburst Flood), con grave riesgo para las poblaciones del valle de Saint-Gervais-les-Bains que quedarían arrasadas fruto de la inundación como ocurrió en 1892 con 177 fallecidos. Al parecer, la formación es fruto de la combinación de una ola de frío invernal que selló los drenajes naturales de la cavidad situada en el interior del glaciar de Tete Rousse, a 75 metros de profundidad, y unas altas temperaturas que la han llenado de agua durante el verano; se ha activado un plan de alerta y evacuación por si hubiera que desalojar el valle.

 

Llegamos a la caseta Forestal de Rognes a 2.768 mts e hicimos una pequeña parada para quitarnos todo el equipo de frío, ponernos más cómodos, quitarnos las botas, crampones, etc y bajar cómodamente hasta el tren del Nid d´Aigle; vimos el horario y si bajábamos a buen ritmo llegaríamos a coger el tren de las 13:35h.

 

No quedaba nada, tan solo una hora y veinte minutos escasos para concluir esta aventura en el Mont Blanc. Personalmente, la bajada se me hizo eterna desde el refugio de Goûter… pero muy feliz de lo conseguido.

Un sueño desde hace muchos años por fín realizado; hacer cima de esta prestigiosa montaña alpina.

 

Llegamos al tren, después de 9 horas y 26 minutos de actividad, y ahora sí, mi cuerpo y mi mente se relajaron del todo. Habíamos terminado una semana que comenzó con la cima de Gran Paradiso a 4.061 mts en el Valle de Aosta y concluía con la cima del Mont Blanc a 4.810 mts, inmensamente felíz.

 

 

“lo que ves en la cima, es a ti ”

 

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