Considerada una de las pruebas más duras del mundo…, 2016 fue el año que me propuse conseguir los 15 puntos para entrar en el sorteo de la prestigiosa carrera por montaña llamada ULTRA TRAIL DU MONT BLANC.
Calendario en mano y aprovechando que este año la Marathon des Sables entraba a puntuar en el circuito del Ultra Trail World Tour, decidí inscribirme y afrontar este reto como uno de los más duros de mi vida.
Organizando y preparando la prueba, volé hasta Fuerteventura para entrenar allí unos días, en concreto en Corralejo… probar material, dónde reajustar la mochila, qué quitar, qué poner, probar lo que es correr en un terreno parecido al que te ibas a encontrar allí entre dunas…
De vuelta al desierto del Sahara; esta vez en otra modalidad, corriendo y en autosuficiencia… esto quiere decir que los 7 días de competición, 260 kms entre dunas, más de 50ºC de temperatura, más dunas y más calor… llevas en tu mochila todo lo necesario para afrontar la prueba, a excepción del agua que, racionalizada, te la suministra la organización a diario.
El saco de dormir, el cacillo para calentar el agua, desayuno, comida y cena, tu comida energética para cada etapa, frontal, tu “neceser”, etc… todo preparado al milímetro, empaquetado y pesado al gramo ya que todo lo que lleves de peso, es lo que vas a tener que portar en carrera durante todos los días en el que “esto lo echo por si acaso” no vale, el “por si acaso” son gramos de más que llevas a tus espaldas.
Es una auténtica locura preparar todo el equipo para esta prueba; lo más importante de todo es el peso de tu mochila y no quedarte corto de alimento, es decir, de kcal diarias (2000 kcal diarias mínimas obligadas por la organización; yo llevé un total de 17.000 kcal aproximadamente) ya que todo lo que pienses que te va a ser necesario allí va a ser tu seguro de vida para los próximos 7 días… no puedes fallar en los cálculos.
Así que cuando crees que tienes todo preparado ya, le das otra vuelta al equipo porque aún puedes reajustar más, y… ¡por fin, todo listo! … pero, voy a darle otra vuelta más, otro reajuste más que seguro que puedo quitar de aquí para poner allá… así durante varios meses.
Comida envasada al vacío, barritas energéticas, geles, frutos secos, comida liofilizada… esa iba a ser mi dieta para los próximos días. Lo único que no pesaba en mi mochila eran los kilos y kilos de motivación, ganas e ilusión con la que afrontaba este nuevo reto.
Mi intención en esta prueba era terminarla y conseguir los primeros puntos, 6 en esta prueba, y que los pies sufrieran lo menos posible.
Perder peso, contaba con ello, no ducharte en 10 días y que tu única manera de asearte sea unas toallitas y un poco de agua, si te sobra claro, también mentalizado al respecto; sueño, calor, frío, tormentas de arena, hambre y mucha, sed, fatiga, miles de aspectos que había que mentalizarse, porque no es que pudieran pasar, ¡van a pasar seguro!… El desierto, sin duda, es uno de los lugares más duros y más inhóspitos que he conocido hasta la fecha.
En esta prueba seríamos unos 1.200 participantes de todas partes del mundo, cada uno con su historia y experiencia, cada uno con su motivación para terminar la prueba, fotos y amuletos portados en la mochila como fuente de energía y empuje para continuar por ellos.
La verdad que en pruebas como éstas toda “ayuda externa” vale; pensar en alguien o algo simbólico es lo que verdaderamente te da las fuerzas necesarias para continuar cuando crees que has tocado fondo y no puedes más… sin duda, decides seguir luchando.
Con todo lo necesario para afrontar esta prueba, ya en el avión…destino ¡MARATHON DES SABLES! Nos esperaban dos vuelos hasta llegar al destino y una vez allí haríamos noche en un hotel, a la mañana siguiente cogeríamos un autocar (alrededor de 120 km) que nos dejaría ya en la zona de haimas, nuestros alojamientos para los próximos días.
Tuve la oportunidad de compartir haima con 7 compañeros más; 5 canarios, Ruymán, Kike, Fede, Edu y Luis, 2 valencianos, Ximo y Pablo y yo… HAIMA 13. Es increíble como en este tipo de pruebas, en apenas pasadas unas horas, en la convivencia con ellos, parecía que nos conocíamos desde hace años… tuvimos suerte, eso sí, de congeniar desde el primer momento, sino se puede atragantar la convivencia con el paso de los días, cuando empieza a aparecer el hambre, cansancio, la fatiga acumulada… todo se transforma en mal humor e irritabilidad.
En mi caso nunca he tenido este problema, pasándolo mal en algunas competiciones de varios días, siempre he tenido “la lucidez” de no perder el sentido del humor y seguir con bromas y cachondeo… pero claro, yo sé cómo reacciono, lo que nadie sabe era como reaccionaba el de al lado.
Al final con el paso de los días y a pesar de las penurias, nunca perdimos la compostura y las risas y el buen humor era nuestro principal aliado.
Entre risas y más risas terminábamos de preparar las mochilas, reajustar el equipo… una vez más… quitar esto, poner lo otro… ya que tendríamos que pasar en control obligatorio del material y pesaje del equipo, comida y kcal, recogida del dorsal, etc… esto de la mochila no iba a terminar nunca, deseábamos empezar ya y tirar con lo puesto… qué locura de mochila, de equipo, de kcal, pero tan necesaria. Las etapas fueron las siguientes:
1.- OUEST ERG CHEBBI / ERG ZNAIGUI – 34 km
2.- ERG ZNAIGUI / OUED MOUNGARF – 41.3 km
3.- OUED MOUNGARF / BA HALLOU – 37.5 km
4.- BA HALLOU / HASSI TARFA – 84.3 km
5.- etapa de descanso
6.- HASSI TARFA / BOU MAKHLOUF – 42.2 km
7.- etapa UNICEF – BOU MAKHLOUF / TAZOULAIT – 17.7 km
La primera noche en el desierto es especial. Te metes en el saco sintiendo que en pocas horas estás a punto de realizar un sueño: empezar la Marathon des Sables. ¿cuántos vídeos, revistas, artículos has podido ver y leer al respecto? Estás aquí ya, vas a ser parte de la historia de esta increíble prueba y que ojalá salga todo bien… así es como me metí en el saco de dormir.
El primer día todo el mundo está fuerte, los ritmos se disparan, la mochila “no pesa”, pero a medida que va pasando el día y los kilómetros, pesan hasta los imperdibles que sujetan el dorsal.
Logré salir el primer día con 8 kg sin agua, es decir, tendría que sumarle los 1.5 litros de agua que obliga la organización a llevar: en total 9.5 kg de peso.
Los de cabeza, los que iban a pelear por el triunfo en esta carrera, el primer día llegaron a salir con apenas 8 kg de peso…
El primer día salvado sin problemas, disfrutando del paisaje, viendo a los corredores, alguna foto que otra, incluso una pequeña tormenta de arena durante la carrera… y sobre todo pies salvados sin ningún problema, así que cuando llegué a la haima, buscar algo de “leña” para calentar el agua y preparar la comida liofilizada… macarrones a la boloñesa en polvo… muy ricos si, pero cuando tienes hambre te comes hasta las piedras, y ese polvo rojizo… sabe como un manjar.
La verdad que el resto del día no tienes otra cosa nada más que descansar y estar tirado en la haima, asearte lo que puedas, estirar, hidratarte, y protegerte del sol hasta que llegue la cena y otra vez a calentar el agua para prepararte otro liofilizado, ésta vez pasta pero carbonara… muy rico también.
La rutina de comidas fue sencilla durante los días de competición: en los desayunos llevé cereales y muesli liofilizado con un aporte extra de proteína, y las comidas y cenas igualmente, liofilizados de pastas, arroces con verdura o carne, todo liofilizado.
El segundo día, recuerdo que fue un día de calor, muchas dunas, arena para aburrir y sentía que algo no iba bien con mis pies a punto de finalizar la segunda etapa. Fue llegar a la haima, quitarme las polainas, zapatillas y calcetines (sin arena dentro) pero ver que tenía dos uñas prácticamente fuera fruto de las ampollas que se habían formado justamente debajo de ellas… el problema no fue que entrara arena, ya que mi pie estaba limpio, era que se había recalentado tanto por el calor y las diferentes maneras de pisar al correr sobre las dunas que se cocieron lentamente por dentro.
También las polainas, que son un seguro de vida para tus pies, pero lo que es transpirar… tu pie va cerrado y normal ese recalentamiento. Menos mal que hay un servicio médico que son de 10, son “ingenieros de los pies”: curar, tapar, y listo para el día siguiente.
Para llegar a esas bolsas de agua de debajo de las uñas hay que perforarlas; con una aguja sientes como va penetrando por tu uña hasta llegar a romper la ampolla…es muy doloroso y desagradable. Solo recordarlo me hace revivirlo y siento ese dolor y escalofríos por mi cuerpo.
Asunto zanjado; pies curados, con algo de molestia claro, pero mentalidad fuerte… ¿a esto se venía no? Nadie dijo que iba a ser fácil.
A la mañana siguiente, tercer día, ya se empezaba a denotar el cansancio entre los corredores; van pasando los días, pierdes peso, tu cuerpo se va debilitando, muchos factores que influyen en tu rendimiento. Tercer día si. En competiciones de varios días, todos tenemos nuestro tercer día donde tu cuerpo ya tira hasta el final o se queda en el camino.
Mis sensaciones eran buenas, salvo el contratiempo del día anterior con los pies; logré calzarme las zapatillas con dolor y comenzamos la etapa. En los primeros kilómetros era una tortura el dolor de las uñas perdidas, pero esperaba que a medida que iba transcurriendo los kilómetros y sobre todo los minutos, se calentaría la zona, las heridas ya no “serían heridas” y algo menos que pensar.
Igual que el día anterior, las dunas hacían acto de presencia a poco de comenzar; iba a ser un día largo, y tenía que guardar fuerzas y sobre todo proteger las heridas de los pies ya que el cuarto día era el día clave de la prueba, los 84 kms del tirón.
Así que cabeza, ser inteligente en cada pisada y llegar lo más entero posible a nivel de pies al finalizar este tercer día.
Tuve que parar en uno de los avituallamientos, descalzarme, quitarme la poca y finísima arena que se te cuela por las zapatillas, ya que sentía que, o tenía una ampolla, o las uñas estaban ya pasándome factura fruto del calor, arena y demás.
Si ya tenía dos uñas fuera y recién curadas… otras dos más. Al igual que el día anterior, bolsas de agua justamente debajo de las uñas… muy doloroso, una de ellas ya con sangre.
Deseando llegar ya al fin de etapa y que los médicos me curaran, me dieran algo para mitigar el dolor y poder afrontar los 84 kms del día siguiente.
Casualmente lograron llegar Ruymán y Kike, tiraron de mí para levantarme y juntos llegamos a meta en la etapa del tercer día.
Se hizo mucho más ameno juntarme con ellos y entre risas y algo de sufrimiento conseguimos finalizar.
Llegar a la haima y comer, hidratarme era lo primero… de seguido visita a los médicos; esto ya sí que presentaba mal aspecto y pensando en mañana… 84 kms.
Las 4 uñas estaban fuera, muchísimo dolor, además de las heridas que tienes en los pies fruto de la arena, el calor, las ampollas, etc…
Lograron curarme. Es más, poco a poco iba perdiendo la visión de la piel de mis pies ya que estaban empapelándolos con vendajes, gasas, esparadrapo, y dejarlos lo más decentes y funcionales posibles para poder continuar.
De verdad que auténticas obras de arte en las curas.
Esa misma tarde recién llegado de las curas, lo primero que hice fue estudiarme el perfil de los 84 kms, ver dónde exactamente estaban los avituallamientos ya que no descartaba pasar dos días para terminar la etapa ultra maratón; mis compañeros de haima tenían pensado hacerla seguida pero era consciente que en algún punto tenía que parar, descansar los pies, curármelos de nuevo y seguir para asegurar ser FINISHER de esta prueba.
Si la hacía de seguido, corría el riesgo de abandonar por el terrible e insoportable dolor de los pies, no poder dar ni un paso más y abandonar… negativo… NUNCA.
Todas las mañanas antes de salir, teníamos que ir al camión que nos dotaba del agua para comenzar cada etapa… era imposible ir a por el agua, ir al camión y volver a la haima (total 20 metros), era una agonía para mí… recuerdo estar desayunando, mirar las zapatillas, y sentir que tenía que meter ahí los pies… me provocaba ganas de vomitar… hasta ese punto era mi dolor.
Menudo conflicto interno: negaba ir a por el agua a escasos 20 metros, y en apenas unos minutos tenía que completar 84 kms de etapa… de locura.
Lo que es la mente; no te mentalizas para 20 metros y coger tu agua con el dolor, pero si para 84 kms con el mismo dolor.
Gracias a mis compañeros de haima que me traían las botellas de agua. Será una tontería, pero me daban la vida; eternamente agradecido.
Ponerme las zapatillas… he experimentado la sensación de dolor en mi vida en sus diferentes manifestaciones; pero ponerme las zapatillas, saltaban las lágrimas y ahora ponte de pie, empieza a dar pasos como puedas porque tienes que correr hoy 84 kms.
Recuerdo a mi compañero Luis, su cara, al verme como sufría al intentar meter las zapatillas… yo creo que él también lloraba.
Así que ¡vamos! me dije, ¡vamos! una vez más, ¡vamos!…
Tenía que completar la mayor parte de kilómetros del día y llegar hasta un avituallamiento por encima de la mitad de la etapa, parar, curarme los pies, que descansaran unas horas y seguir… me daba igual terminar la etapa en las casi 36 horas que daban para completarla, 35 horas 59 minutos me valía… así que ¡vamos!
Junto con Kike, Ruymán, Edu, y algún corredor más que nos juntamos por el camino llegué a duras penas hasta el km 55, y les dije a mis compañeros que mis pies no podían más después de 10 horas y 55 kilómetros hechos… que se fueran, que no esperaran por mí.
Me curarían los pies, descansaría unas horas, me metería en el saco y a las 06:00 a.m me pondría en pié y completaría los 30km que me faltaban.
Te metes en el saco sin “relajarte” del todo, ni mental ni físicamente… curas, descanso, algo de comida, y cuando me quise dar cuenta ya estaba de nuevo en pie.
Lo peor era nuevamente meterte las zapatillas, pero me podía ya más las ganas de terminar y completar los últimos 30 kms que ya no había dolor, no había excusas para no hacerlo. Hazlo y punto. Desde mi soledad en el desierto, me encontraba bien, pasito a pasito empecé a correr, logré “adelantar” a muchos participantes, suena cómico, pero es así.
Sinceramente ya ni sentía dolor, parecía que tu cuerpo y tu mente se había acostumbrado a esa molestia que era parte de mi ser.
Llegué y crucé la línea de llegada tras alrededor de 27 horas de puro sufrimiento; a lo lejos ya podía ver la haima 13, allí estarían mis compañeros… muy emocionante cuando entré en nuestro “hogar” (cuatro palos de madera, una alfombra y una manta a modo de techado), todo eran abrazos y lágrimas.
Ya no podía relajarme… era parte del Desierto, parte de la carrera; nada más llegar, a comer el correspondiente liofilizado que me sabía ya a auténtico entrecot, fuera zapatillas y calcetines y derecho a la sala de curas porque todavía había mucho trabajo por hacer. Quedaba al día siguiente: 42.2km y FINISHER de esta dolorosa aventura.
Estaba pletórico de fuerzas, lleno de energía, débil por la pérdida de peso, cansado… pero ya daba igual todo. A descansar que mañana última etapa.
Mi última etapa, pero penúltima sobre el papel ya que nos quedaba hacer la etapa benéfica el último día… fue bestial; los primeros 13 kms prácticamente cojo, imposible caminar. Logré llegar al primer avituallamiento en 2 horas y 36 minutos y las heridas de los pies no lograban “calentarse” dentro de las zapatillas.
Comencé a echar cálculos para no quedar descalificado por los tiempos de corte… era lamentable como iba caminando… pero iba, ahí estaba, NEVER GIVE UP.
Mano de Santo; cogí de la mochila un Espidifen, no sé que reacción química se produjo dentro de mí, pero empecé a correr, y cada vez más, y un poco más… estaba adelantando a todos los participantes que iban dejándome atrás horas antes a paso de tortuga.
Si mis compañeros de haima me hubiesen visto, dirían: “Ángel, ¿nos has estado vacilando?«
Ya por curiosidad, empecé a contabilizar a todas las personas que iba adelantando y recuperando la posición… llegué a cruzar la línea de meta contando alrededor de casi 100 personas.
Pasé de estar controlando los tiempos de corte por la descalificación a estar corriendo, a un ritmo constante y cómodo sin parar en ningún momento. Desde entonces, siempre llevo un Espidifen en mi mochila para cualquier competición.
El último kilómetro… vuelas. Si que paré, para sacar la bandera de mi país, España, y entrar en meta orgulloso de lo que había conseguido en Marathon des Sables, al fin y al cabo, mi historia y mi vivencia en esta prueba.
Se podía decir que al 99% era FINISHER de la prueba aunque, según organización, quedaba el último día, la etapa benéfica de Unicef, de 17 km que, no siendo puntuable ni controlada, si no la terminabas no acreditaban que habías conseguido terminar la prueba.
Personalmente, tantos km sobran… por lo menos para mí en mi estado. Eran 17 kilómetros llanos, pero un infierno para mí en más de 5 horas, innecesarias, prácticamente caminando, pero había que cumplir con lo estipulado.
Llegas por fin a meta y saboreas como te cuelgan la medalla de la 31 edición de Marathon des Sables. Feliz, emocionado y orgulloso de lo que he hecho tal y como fue desarrollándose la prueba.
Gracias a la HAIMA 13 y todos sus componentes, a mis seres queridos y personas que estuvieron atentas de mí en todo momento durante la prueba dándome fuerzas y ánimos en todo momento… se sentía la verdad que sí… y MUY ESPECIALMENTE a José Luis Rodríguez Ortoll. Mi único objetivo era terminar ésta prueba y dedicártelo a ti… tú sabes por qué.
P.D. “las noches más bonitas que he podido vivir en mi vida, están en el Desierto. El cielo, habla”
Finisher Marathon des Sables 2016