En este macizo oriental de Picos de Europa se produjo una frenética actividad minera en los siglos XIX y XX. Desde Sotres saliendo dirección refugio de Áliva pasando primero por el refugio de Ándara, pude ver a lo largo de la ruta los restos de construcciones, herramientas, bocaminas y sobre todo el terreno característico del pasado minero de la zona.
Saliendo como todos los días sobre las 08:30h, me esperaba hasta el Casetón de Ándara a 1.725 metros de altura, una subida larga y tendida sin apenas dificultad técnica, un trekking puro y duro hasta llegar al refugio; disfrutando de todo lo que me rodeaba, el ganado pastando, los caballos corriendo por esas inmensas praderas, el majestuoso planear de los buitres… sin más, llegué al refugio minero. Apenas 50 metros antes de su llegada aparece un portón de acero decorado con una vagoneta minera, la antesala a las antiguas minas de Ándara.
Pequeña parada para coger agua después de los 7 km de subida desde Sotres y casi 700+ acumulados y entro ya en terreno minero, subiendo por todo el canchal de piedras y piedra suelta, deslumbra ese pasado minero, paisaje frío, duro e inhóspito… me venían imágenes de cómo pudo ser en tiempo atrás, el trabajo y la vida de los trabajadores en este lugar.
La subida termina cuando llegas hasta la entrada del Canalón de Jidiello, una bajada de más de 1.000 metros de desnivel negativo donde nada más comenzar a bajar tienes un paso con cuerdas que has de destrepar con cuidado ya que la roca está mojada y resbala; hay buenos pasos, apoyos de manos y pies así que sin problema alguno.
La bajada es larga, por tramos difícil de seguir la senda ya que parece que se pierde por momentos; es fácil salirte de la senda “trazada” incluso con el track macando la ruta. Tramos donde la pendiente gana inclinación descendente, combina terreno rocoso, piedra suelta, pasto, etc así que con cuidado porque un resbalón o un mal apoyo puede pasarte factura.
Con paciencia llegué hasta abajo donde se cruza el camino de pista donde transitan coches, dirección Sotres a mi derecha o a la izquierda donde me dirijo hacia el refugio-hotel Áliva. Eso sí, aparece una fuente a modo de pequeña charca, más que beber agua, me dieron ganas de meterme y bañarme; hacía calor, la bajada del canal de Jidiello se había complicado por tramos y me llevó más tiempo de la cuenta así que llegué algo deshidratado y sin agua, por lo que este pequeño oasis me supo a unas vacaciones regaladas.
Y al final lo que te ayuda mentalmente una pequeña parada; te quitas las zapatillas, comes, bebes agua, te refrescas… parece que al retomar la ruta nuevamente es como un día nuevo en el que el cansancio ha desaparecido por completo. Es todo mental.
Larga subida por una pista hasta el refugio de Áliva, sin mayor dificultad y disfrutando de la estancia que me iba a pasar en este hotel-refugio en plena montaña. Había visto imágenes de este hotel, y cuando diseñé mi ruta por Picos de Europa, una cosa tenía clara: una noche iba a pasarla aquí sí o sí.
Al final del día, salieron cerca de 24 km con 1.750+ y 1.150- acumulados en casi 8 horas de actividad. Ahora solo tocaba descansar, comer bien… y disfrutar de que a la mañana siguiente iba a ser el último día de esta aventura en Picos de Europa.